“El padre Hernán Alessandri pasó a ser mi mejor amigo”

Este 2023 es un año especial para María Ayuda, no solo porque se cumplen cuarenta años desde su fundación, sino también porque en marzo se inició el proceso de beatificación de su principal artífice: el P. Hernán Alessandri. Por ello, el padre Francisco Pereira, su director pastoral, decidió realizar un libro que contara la historia de vida del P. Hernán y su trabajo en lo que sería su gran obra social, María Ayuda.

Para ello se le encomendó la misión a Gabriela Kast Rist (64 años), catequista y escritora, que tiene a su haber varios libros de religión para niños como por ejemplo “Hoy recibo a Jesús”, para ayudar en la preparación a la Primera Comunión o “Vía Crucis” para que los niños comprendan el camino de la cruz de Jesús. En un principio Kast cuenta que no le entusiasmó tanto el proyecto, pero luego de escuchar a sus cercanos, rezarlo y meditarlo se decidió. Además, dice que, el arduo trabajo de investigación fue recompensado por la hermosa historia que pudo conocer de primera fuente: “es un libro para la familia, una historia que rescata la dignidad de cada persona, especialmente a la familia”, señala la escritora.

La obra también cuenta con ilustraciones de Isabel Margarita Becker V. que según señala el P. Francisco Pereira en su prólogo son “el complemento genial para ver la historia del padre Hernán en forma lúdica, simple y natural”. El libro además está editado por Nueva Patris y estará disponible en los diferentes puntos de venta de la editorial. A propósito de su lanzamiento, que se realizará el 18 de diciembre en el Santuario de Bellavista, aprovechamos de conversar con su autora para que nos pudiera entregar algunos detalles de lo que fue este gran desafío.

¿Cómo comienza esta ardua tarea de escribir sobre la vida del padre Hernán Alessandri?

La idea era hacer un libro para niños sobre María Ayuda y el padre Hernán. Ahí me mandaron toda la información y comenzó el trabajo arduode entrevistar a las personas, de empaparme de su historia. Primero con el padre “Pancho” Pereira y Paula Morales, que me contaron de qué se trataba María Ayuda, cómo funcionaba, me dieron nombres a quienes recurrir y a quienes preguntar. Así fue como partí donde la hermana del padre Hernán: Loreto Alessandri. Ella fue muy importante para reconstruir su historia y me hizo darme cuenta un poco del ambiente que había en su casa, de la cercanía que tenían como hermanos. Ella me dio muchísima información, anécdotas geniales con amigos, vecinos, abuelos, de las vacaciones en Molina, etc. A mí no me servían los libros teológicos del padre Hernán, me servían datos de su vida, de cuando era niño y su juventud.

Y gracias a Dios, la historia se fue armando como un rompecabezas desde distintos puntos. Fui recopilando anécdotas, datos y otras cosas. Cada persona fue un instrumento realmente notable. Quizás fue la mano del cielo o del mismo padre Hernán. Así fue como fui llegando a las personas claves para armar este hilo conductor de cómo partió todo.

¿Usted conoció al padre Hernán personalmente?

Lo conocí personalmente el año 1983 en un retiro, yo tenía veintitrés años y ya estaba casada. Lo había visto muchas veces porque soy schoensattiana desde chica, estuve en el colegio Mariano y él fue a mi casa varias veces a ver a mis papás en Buin, pero yo era chica y no me pescaban. No había tenido la oportunidad de conocerlo personalmente y hablar con él. En esa época eran muy conocidos sus retiros matrimoniales porque él era muy renombrado intelectualmente en el ámbito teológico así que convencí a mi marido para que fuéramos. En esa oportunidad, hasta pude confesarme con él.

Personalmente en ese momento no me atrajo tanto. O sea, escucharlo era increíble, notable, calaba hondo, pero no me parecía un cura acogedor, no me produjo un chispazo así de emoción como con otros sacerdotes que son más cercanos. Él mantenía como una sana distancia.

¿Y luego esto cambió al hacer su libro?

De todas maneras. Comencé poco a poco a descubrir su “corazón”, su verdadera pasión. El dar dignidad a cada persona, tener la visión de futuro, de que, si rescataba a una niña, rescataba a una familia completa, porque esa niña, sería una futura mamá. El padre Hernán poco a poco pasó a ser mi mejor amigo. De haberme fijado solamente en lo exterior, pude descubrir su corazón. Me di cuenta de que el exterior no dice nada. Hay que conocer el corazón de las personas y el padre Hernán fue para mí una gran sorpresa. El slogan para su proceso de beatificación es “el rescate de la familia” y él lo encarna totalmente. Por ejemplo, una de las niñas de María Ayuda que entrevisté me dijo: “lo único bueno que hizo mi mamá en su vida fue entregarme al Hogar María Ayuda y al padre Hernán”. Y así tengo muchas otras anécdotas que están reflejadas en el libro. Entonces, en todas las personas que he conversado he descubierto a ese corazón que yo no lo veía

¿Qué momentos destacaría de todo este trabajo de investigación que realizó?

Primero la reunión con su hermana Loreto porque fue muy importante para darme cuenta de su entorno familiar de infancia y juventud. También fueron muy importantes sus sobrinas Sofia de Ferrari, Sarita Guilisasti y su mamá Isabel Gana, prima muy querida del padre Hernán, que me aportaron muchísimos datos. Después con María Ayuda fue fundamental Pamela, la primera niña que él acogió, que actualmente tiene cincuenta años. Primero conversamos dos horas por videollamada y fue notable. Luego ella vino a Santiago, porque vive en el sur. Nos juntamos a almorzar y nos terminamos haciendo íntimas, tanto así que me regaló un chaleco hecho por ella. Empatizamos de tal manera que ella pudo contarme sin angustia su vivencia completa. Después hablé con la señora Teresa Antezana, que fue la primera asistente social que trabajó con el padre Hernán en la primera casa de María Ayuda. Ella me contó cómo se armó todo. Yo tenía un gran enredo porque no podía imaginar como lograban que una niñita pudiera dejar su hogar e irse a vivir a una casa de acogida. Ahí ella me explicó como lograban sacar todos los papeles y realizar todo con permisos judiciales. Era un trabajo enorme de asistencia social: acompañaban a la familia, la niñita tomaba la decisión de manera voluntaria, o sea si se quería ir, se podía ir cuando quisiera, la familia la podía sacar cuando quisiera. Y así fui descubriendo varios tesoros.

¿Qué desafíos podría destacar en el ejercicio de escribir este libro?

En primer lugar, la responsabilidad de asumir la voz de él, ya que el libro lo hice en primera persona. El padre cuenta su historia. Entonces fue muy nervioso al principio. Pero a cada persona que entrevisté le pasé el texto para ver si estaba de acuerdo con lo que yo estaba diciendo o no y así cada uno se hizo cargo de sus palabras, de que así había sido y corroboraban las anécdotas. Por ejemplo, supe la historia de un matrimonio con el que el P. Hernán había compartido mucho en su estadía en la zona oeste de Santiago, quienes muchos llaman equivocadamente sólo Carrascal. La hija de ese matrimonio, por videollamada, me contó lo que había sido el trabajo pastoral del padre Hernán ahí. También logré contactarme con la primera directora de Villa Santa María y me contó acerca de las veinte casas que armaron para María Ayuda.

¿Cree que este libro o la figura del padre Hernán puede ayudar a limpiar en parte la mancha que existe hoy en la iglesia chilena por el tema de los abusos?

Totalmente. Yo creo que puede ayudar mucho. O sea, es realmente clave. Él les demostró a las niñas que se podía tener una cercanía con un sacerdote, pero con una sana distancia. En María Ayuda recibían muchas niñas abusadas en muchos aspectos, no solo sexuales, que les tenían pavor a los hombres, para ellas ver a un hombre era terrorífico. Y descubrieron en el padre Hernán, que las trataba como princesas, como hijas de Dios, con respeto y dignidad, y que así deberían ser tratadas siempre en la vida. Eso en un sacerdote hoy en día es clave. Es una imagen necesaria e importante de sacerdote, de mantener sana distancia, respeto y dignidad. Especialmente en esta época de la historia, en que hemos sufrido cómo Iglesia escándalos sin precedentes.

Cuando empezamos a realizar el libro la ilustradora me preguntó “¿Tú confías ciegamente en este sacerdote? ¿que después no tenga acusaciones de algo?”. Yo le dije: “Si yo con este sacerdote, sí me la juego”. En un principio no me atraía tanto, pero hoy estoy muy sorprendida con todo lo que descubrí: como era como ser humano, como persona. A mí la parte intelectual no me importa tanto. Yo me eduqué en Schoenstatt de adulta con sus libros que son geniales, pero a mí lo que me importaba era descubrir su corazón. Y descubrí en el padre Hernán ese corazón que se entregaba por completo por el desamparado, por el miserable, por el caído, por la familia. Eso es clave y es un regalo para la Iglesia. El padre Hernán tenía mucha cercanía con la gente humilde y claramente no venía de una familia humilde.

“Mi intención también era restituir la imagen del papá del P. Hernán”.

Gabriela cuenta que en muchas biografías que encontró del P. Hernán Alessandri, se señala que su papá no era creyente o que era ateo, que no tiene nada de malo, pero fue muy incomprendido por muchas personas, y, sin embargo, en cartas y testimonios que pudo recopilar pudo darse cuenta de que esto no fue completamente así.

“Hay una carta que envía el papá a Sofía Alessandri (su hija mayor), pidiéndole que rece siempre por su “mamita que está en el cielo”. En ella muestra que tenía una espiritualidad y finura de alma excepcional y eso quise reflejarlo en el libro. Por eso mi intención también era dar a conocer la verdadera imagen de su papá. El padre Hernán tiene mucho de su papá y para mí eso es súper importante que se diga en todas partes. Al papá le costó mucho que dejara su carrera de Derecho y se fuera a sacerdote, eso aparece en el libro. Es verdad que en un principio no tuvo el regalo a la fe, pero después sí. Se lo dijo a él, se lo dijo al padre Hernán siendo testigo su hermana Loreto. Además,curiosamentela imagen que tenía el padre Hernán, y miraba desde su cama antes de morir, era una gran foto de su papá, explica Gabriela Kast.

¿Cargaba el P. Hernán con alguna presión por su apellido Alessandri, con dos presidentes en la familia, por ejemplo?

Ninguna, al contrario, él era muy libre. No le molestaba ser Alessandri y por lo mismo siempre fue muy cercano a su familia y jamás utilizó su apellido para figurar o llamar la atención. De hecho, él siempre se desvivió por las personas más humildes y necesitadas. Nos da una lección a todos de no discriminar a nadie y a no escandalizarse con nada. Por ejemplo, como trataba a las niñas que venían de la calle diciéndoles “tú eres hija de Dios. Eres hija de un gran rey”. Encontré un padre Hernán, que nunca discriminó a nadie y nunca juzgó a nadie. Le devolvió la dignidad a cada niña que pasó por el hogar María Ayuda.

En una entrevista anterior, el padre Francisco Pereira comparó la figura del P. Hernán con el buen samaritano ¿le parece acertada esa comparación?

Totalmente. Él lo encarna completamente. Se desvivió por los más necesitados. Lo dio todo, todo, todo. Ofreció todo lo que tenía y eso es lo que más me impresiona. Siempre dispuesto a ofrecer. Estuvo diez años enfermo, en cama, sin poder moverse, no se sabía cuánto escuchaba y casi no veía,pero alcanzó a decirclaramenteque todo lo estaba ofreciendo por María Ayuda, por Schoenstatt y por la Iglesia, que eso era más efectivo que todos los años que tuvo de trabajo. “Más importante que hacer, era ofrecer”, son palabras del padre Hernán dichas personalmente al padre “Lucho” Ramírez.

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