*Entrevista original publicada en la Revista Vínculo Edición Noviembre 2023*
La comunidad de padres de Schoenstatt y el movimiento en general, recibió con sorpresa durante los comienzos del mes de octubre la gran decisión que tomó el padre Francisco “Pancho” Pereira. Después de veinte años como director pastoral de la Corporación María Ayuda, dejará este servicio para tomar nuevos desafíos. Dice estar muy contento, feliz con lo realizado en estas dos décadas y muy esperanzado con los retos que tiene esta importante institución que vela por los niños, niñas y adolescentes vulnerados en sus derechos y que justo este año cumple cuarenta años. “Veinte años son un tiempo suficientemente largo para una tarea como ésta. El padre Hernán Alessandri, el fundador de María Ayuda, alcanzó a estar doce años, pero tuvo que dejar su tarea de director pastoral, por su complicada enfermedad. Es decir, de los cuarenta años de María Ayuda yo he estado más de la mitad”, dice el padre Pancho.
El Padre Pancho Pereira deja un legado que conlleva la creación de nueve centros de acogida para niños vulnerables, en siete regiones de Chile, desde Iquique a Temuco. En total, once programas residenciales, un programa oncológico y cientos de niños y niñas egresados de estos centros de acogida.
¿Qué significó para usted estos veinte años como director pastoral de María Ayuda?
En primer lugar, significó conocer y vivir desde dentro un mundo totalmente ajeno, distinto a lo que jamás yo había visto o pensado: el mundo de la infancia vulnerada, un mundo que pocos conocen. Un mundo donde te encuentras con niños que han sido vulnerados gravemente en sus propias familias y que tienen que ser derivados a hogares de protección. Niños que a través de tribunales llegan a residencias como las nuestras, porque han sido víctimas y que, por lo tanto, no pueden continuar donde están. Esto significó que yo pudiera identificarme e involucrarme en cuerpo y alma en esta realidad y hacerla propia, una causa maravillosa que yo heredé del padre Hernán. Él empezó, sembró la semilla, puso los fundamentos y lo más importante ofreció su vida y a mí me tocó, junto a personas de gran generosidad, en los directorios y consejos regionales, desarrollarlo, ampliarlo y hacerlo crecer. Cuando yo llegué solo había un hogar, era una villa o aldea con diez casitas, para setenta niñas en Maipú, además del Hogar Oncológico y el colegio en Puente Alto. Después la obra fue creciendo hasta lo que es hoy y llegó a tener diecinueve residencias de norte a sur. Yo llego en 2003 y a partir del 2005, por motivos de financiamiento, nos incorporamos a ese gran ente del Estado que era Sename, hoy llamado Mejor Niñez. Esto significó para nosotros empezar a recibir también niños con un perfil que el sistema nos imponía, que eran niños mucho más dañados en su salud mental.
Una segunda cosa importante fue asumir, aunque no lo imaginé jamás, el ser la cara externa de esta institución que era muy poco conocida en un principio. Me tocó ser el rostro hacia la televisión, hacia los medios en general, y por supuesto hacia la familia de Schoenstatt. Sentí que María Ayuda y yo éramos una sola cosa. Finalmente, también significó que a través de mi encargo la comunidad de los padres de Schoenstatt pudiera asumir algo que era más bien ámbito propio del padre Hernán. Es decir, los superiores deciden que todos los esfuerzos de apostolado social o de obras concretas se iban a encauzar a través de María Ayuda. Significó que toda la comunidad de los padres tomara conciencia que teníamos un fruto propio que venía del padre Hernán Alessandri, un fruto concreto por el cual teníamos que preocuparnos, cuidar y hacerlo crecer. Por último, significó también luchar, junto con otros, en frentes duros como el mundo político, jurídico y administrativo, para hacer ver lo que era y aún es muy invisible, la causa de la infancia vulnerada.
Respecto a eso último, ¿cómo se vivió la gran crisis del Sename cuando se empiezan a cuestionar la labor de organizaciones como ustedes?
La gran crisis del Sename significó que salieran a la luz situaciones muy duras, fruto de la debilidad y pobreza material y humana de un sistema incapaz de afrontar las complejas situaciones de las residencias de niños. Se trata de abusos, muertes y situaciones que se daban principalmente en los hogares de administración directa del Sename por lo masivos que eran. Luego muchos comienzan a cerrar porque el riesgo de tener hogares masivos era muy alto. Se entendió que grandes residencias de más de cien niños eran imposibles de sostener y se crearon residencias más familiares, pero desgraciadamente con esto quedaron muchos niños fuera de toda protección. Esos niños comenzamos a recibirlos las instituciones privadas como la nuestra y significó para nosotros otros problemas, como los sobrecupos y el hacinamiento.
La crisis afectó también por la percepción negativa que empezó a tener la opinión pública frente a lo que pasaba en los hogares, algo muy influenciado por los dramas puntuales que mostraban los medios de comunicación. Pero esto también nos llevó como directorio a dar un paso gigantesco, crear en María Ayuda un “hogar modelo”, lo que llamaríamos en nuestro lenguaje, un “caso preclaro” y no seguir haciendo más de lo mismo. Hacer un María Ayuda 2.0. Subir la calidad de atención, disminuir transitoriamente el número de hogares y llegar al máximo nivel posible en la calidad de la atención. Así nace la idea de construir las dos primeras residencias, una en Los Ángeles y la otra en La Florida, con el sello que llamaríamos “Casa Alma”.
¿Qué es Casa Alma y qué significa para María Ayuda?
Casa Alma es un modelo de hogar, que incluye desde la arquitectura, pasando por el modelo de atención y el cambio del perfil de profesionales, y que supone un fuerte acento en lo terapéutico, no solamente en lo psicosocial. Ya tenemos dos residencias con el sello Casa Alma, una en la ciudad de Los Ángeles y otra en La Florida, junto al Santuario de Bellavista. Son hogares que quieren incorporar en su modelo la neurociencia, la psiquiatría, sin dejar lo más propio que es la espiritualidad. En ellas se vive un ambiente grato, familiar y amable. En estos lugares en que los niños a veces viven muchos años, se trata de que en verdad puedan sanar las heridas y, si es posible, volver pronto a sus vínculos familiares. Casa Alma es una respuesta a la crisis del Sename en todo Chile, ya que esta realidad no se supera solo por cambiar un nombre a “Mejor Niñez”. Un modelo residencial de excelencia que le queremos ofrecer a Chile que es por supuesto más caro, más pretencioso, en todo sentido, pero es la única forma de poder decir que estamos atendiendo bien a los niños dentro del drama que conlleva esta realidad.
¿Cómo ha afectado el tema de los abusos en la Iglesia a María Ayuda?
Los abusos han afectado enormemente, a la Iglesia chilena especialmente. Y al ser María Ayuda una institución católica, repercute también en nosotros. Pero nuestra labor es justamente luchar contra los abusos. Acoger al que ha sido abusado en su familia y ayudarle a sanar sus heridas. Por lo tanto, la gente al final sabe distinguir. También nos ha obligado a ser muy estrictos en los protocolos en todo sentido. Tú no puedes saltarte esos protocolos y cualquier cosa que ocurra con el personal o entre niños entre sí, por leve que sea, te obliga a aplicar una denuncia, que quizás antes se pasaba por alto. Todo es mucho más riguroso.
¿Qué hitos destacaría de estos 20 años de trabajo?
Creo que son varios hitos. Primero el crecimiento territorial hacia regiones. De pasar de un hogar a diecinueve en poco tiempo, es un crecimiento expansivo muy fuerte, pero que también obedece a la crisis dramática que había en el sistema. Se empezaron a cerrar hogares de Sename, también muchos de Iglesia, en cada Diócesis y el sistema empezó a quedar sin oferta de programas para acoger a muchos niños en Chile. María Ayuda tuvo que dar un salto de audacia y de fe en la Providencia, las voces del tiempo, para ir en apoyo de esos niños y niñas. Nunca había visto tanta precariedad y pobreza como en los hogares que nos tocó asumir. Lo segundo, es que, junto a ese crecimiento en cada región, se empezaron a constituir núcleos de personas del Movimiento de Schoenstatt y otros que se interesaron por la obra y la hicieron propia. Esto es lo que hoy llamamos los Consejos. Estos y sus núcleos de voluntarios empezaron a hacerse cargo de estos hogares y fueron un tremendo apoyo para cada hogar que se abría. Esto significó, al mismo tiempo, una red maravillosa de vínculos en torno a la obra y la persona del padre Hernán Alessandri, red que permanece en el tiempo.
Empezamos a ser conocidos por la opinión pública en los medios de comunicación y sin darnos cuenta estábamos entre las tres grandes instituciones en Chile que están en el tema de hogares residenciales de niños. Lo anterior, nos permitió también tener un amplio conocimiento de la realidad y de las deficiencias del sistema a lo largo de Chile. Y esto también trajo que más personas empezarán a interesarse y a apoyar a María Ayuda, ya sea económicamente haciéndose socios o participando en los eventos de cada año en cada ciudad.
Otro hito importante fue también la creación de la Fundación Educacional Padre Hernán Alessandri, con el colegio José Kentenich, en Puente Alto, también fundado por el padre Hernán. Esto fue un logro muy grande del directorio, porque le dio fuerza y tiraje también al colegio que está teniendo hoy día éxito y buenos resultados. Además, es el origen, la semilla, de un foco de apostolado para el movimiento en esa comuna con el “Proyecto Arde” en la vecindad del colegio, donde recién se instaló una filial de padres y seminaristas, además de los voluntarios que van a vivir por tiempos allá. Es decir, hubo allí “una resultante creadora” extraordinaria.
¿Qué significa la figura del padre Hernán Alessandri para María Ayuda?
El padre Hernán Alessandri fue un sacerdote y un hombre extraordinario. Un fuera de serie, con mil cualidades y talentos. Pero desgraciadamente murió muy tempranamente y estuvo diez años postrado, incomunicado y desconectado del mundo, viviendo en nuestra casa en Bellavista. Él fue muy conocido, pero solo para los de su época. Hoy en día el padre Hernán ha dejado una huella tremenda: es conocido por sus libros y su testimonio. Entonces, tener un fundador, por quién justamente este año se abrió un proceso de beatificación de su persona, le da una fuerza especial y una llegada extraordinaria no solo a María Ayuda, sino también a Schoenstatt y a la Iglesia chilena. Si para el Hogar de Cristo tener al padre Hurtado es muy potente, para nosotros también lo será cuando el padre Hernán Alessandri sea conocido y reconocido por la Iglesia. Mi intención ha sido durante todos estos años traer a María Ayuda la figura del padre Hernán, hablar de él, traer su carisma y su mística y que se viva lo que él quiso en toda la obra. Un gran desafío, si pensamos que dentro de nuestra institución trabajan más de trecientas cincuenta personas. Es un gran regalo, un gran tesoro que tenemos que ir descubriendo y promoviendo.
¿Qué cosas se podrían mejorar en el apoyo a los niños vulnerables?
Hoy día yo te puedo decir con claridad que el Estado por sí solo no va a ser capaz de solucionar el tema de los niños vulnerados. El Estado no ha puesto como prioridad de su política pública este problema nacional que son los niños vulnerados en sus derechos en su propia familia. No está en las prioridades de ningún gobierno. Entonces, el gran desafío lo tiene la sociedad civil, o sea, nosotros. Tenemos que salir al encuentro de este drama y darle solución, aunando esfuerzos, uniéndonos para que este flagelo se acabe. Pero el Estado debe asumir que es imposible financiar esta causa sin su ayuda económica. Se requiere de un esfuerzo mancomunado.
Pero también hay muchos nudos críticos que están todavía pendientes. ¿Qué vemos desde María Ayuda? Que, si esto no es tomado desde todos los ángulos, desde el Poder Judicial, desde la política pública, desde Mejor Niñez, si no hay un trabajo conjunto, intersectorial, no vamos a poder abordar este problema.
¿Qué desafíos quedan para María Ayuda hacia el futuro?
El gran desafío es por un lado no perder la mística y el carisma que le dio el padre Hernán. Aquí hay una espiritualidad y pedagogía que son las que conocemos en Schoenstatt, la alianza de amor en situaciones extremas. Y por otro lado incorporar toda la técnica, la modernización de las ciencias sociales, la neurociencia, la siquiatría, porque los traumas con que llega cada niño son muy profundos. Es decir, que puedan convivir el “alma” de María Ayuda con la actualidad técnica de este desafío.
¿Cómo se pueden involucrar más los schoenstattianos con María Ayuda?
Hoy día María Ayuda tiene hacia Schoenstatt una imagen muy positiva, que le hace bien a ambos. Por eso es importante que se tome conciencia que María Ayuda es un brazo social muy importante que nace del santuario, que nace de la Alianza de Amor, y es un fruto clarísimo de ella. No es el único brazo social, si el más grande y el más visible. Y yo creo que hay una responsabilidad de que haya un apoyo por un lado económico y social de la gente de Schoenstatt, de hacerse socios, participar de los eventos, hacer voluntariado, buscar alternativas de apostolado en esta obra que es de todos. Yo sueño, por ejemplo, con que el día de mañana tengamos muchas familias de acogida dentro de las familias del movimiento, porque ya hay algunos casos. Pero también creo que tiene que haber un involucramiento espiritual, o sea que muchos puedan rezar por esta obra, que la puedan querer, la puedan aceptar como parte de este carisma tan rico y tan diverso que nace de cada Santuario.
¿Cómo ve la solidaridad con los más pobres y desvalidos en Schoenstatt?
La solidaridad en Schoenstatt debería tener signos mucho más visibles y María Ayuda es una oportunidad para ello. Hay una deuda pendiente. Tenemos que asumir también que nuestro carisma mariano pasa por la responsabilidad social, como lo pide hoy el Papa. Debemos asumir que la evangelización pasa por la promoción humana del más débil y pobre en cualquier frente que exista. El lema de María Ayuda es muy lindo dice: “María ayuda al Cristo que sufre hoy”. El Cristo que sufre hoy son los niños, pero también tiene muchos otros rostros: el enfermo, el anciano postrado, la drogadicción, entre otros. Por eso creo que el schoenstattiano tiene que salir a la orilla de los caminos. Y creo que la imagen más bonita que dejó el padre Hernán en ese sentido para todos nosotros es la del buen samaritano, el que se acerca al desvalido, que lo ayuda e invita a otros a ayudarlo. Tenemos grandes desafíos en ese sentido.
En cada ciudad que está María Ayuda por lo menos hay una expresión solidaria pero falta mucho más todavía. Creo que la espiritualidad tiene que estar unida también a la caridad y al amor fraterno. María que está en Belén, que sufre la pobreza, María que vive con su hijo Jesús en pobreza, María que exalta a los humildes. Todo el aspecto mariano, pero desde el punto de vista también de la opción por los más débiles. Entonces nuestros santuarios tienen que ser lugares de promoción humana donde no solamente se va a rezar sino que como lo hizo el padre Hernán Alessandri en el año 1983 al fundar María Ayuda, cuando daba comida a miles que acudían al Santuario pidiendo ayuda para subsistir.