Del 16 al 27 de febrero, la comunidad del Instituto Padres de Schoenstatt Chile vivió en Bellavista su tradicional Jornada de Verano, un tiempo de encuentro, reflexión y renovación. Este año participaron 54 sacerdotes y 5 seminaristas en una instancia que estuvo marcada por importantes cambios en su estructura y metodología anterior lo que permitió una experiencia más profunda y enriquecedora para todos los participantes.
El P. Sergio Abarca destacó la importancia de las modificaciones implementadas, tanto en la estructura como en los tiempos de conversación. «Las Conversaciones en el Espíritu fueron clave. Nos permitieron dialogar desde la oración, en un clima de escucha y gratitud, fortaleciendo la comunidad«, comentó. Además, resaltó el valor de la evaluación en 360° introducida este año, que permitirá un crecimiento más integral para el futuro.
«Me pareció un gran regalo de Dios que nos permitió mirar hacia delante recogiendo la riqueza de nuestra historia y de los primeras tiempos de los padres en Chile. El compartir fraterno, los momentos de oración y la vivencia en el Santuario de Bellavista fueron también algunos regalos muy grandes de la Mater«, dijo el P. Gonzalo Illanes.
«La jornada fue muy buena, tanto por los temas que se trataron como por la diversidad que se representó. Estuvimos muy bien integrados. Destacó la forma como se trabajó, los diferentes tipos de talleres y también los grupos que se conformaron. Hubo generacionales e intergeneracionales, una diversidad integrada bien lograda», señaló el P. Ivan Simicic.
Por su parte, el P. Enrique Grez enfatizó el ambiente fraterno y sereno que se vivió durante la jornada. «Fue un tiempo de renovación en nuestra identidad como provincia, con una mirada al presente y futuro, pero también con raíces en nuestra historia fundacional. Me encantó la lectura de la crónica del Terciado de Pirque escrita por el P. Hernán Alessandri que nos ayudó a redescubrir nuestro carisma«. También destacó la centralidad de cuatro pilares que guiaron los trabajos: Jesús, el Espíritu Santo, la fraternidad del Santuario de Bellavista y la misión.
«Sopló un espíritu renovador que nos hizo dialogar, encontrarnos y mirar el futuro con esperanza. Después de un tiempo complejo, nos abrimos a la novedad del Espíritu. Dimos un paso de madurez al dejarnos conducir y complementar en la perspectiva del trabajo en equipo, de la necesidad de retroalimentación y el mutuo complemento, de la importancia de recibir y dar ecos, apoyos y correcciones, para un servicio más corresponsable y colaborativo, tanto al interior de Sion como en nuestros espacios pastorales», comentó el P. Juan Pablo Rovegno
El P. Andrés Espinoza, en tanto, valoró la dinámica intergeneracional de los grupos de trabajo, lo que permitió un intercambio de experiencias muy enriquecedor. «La forma colegiada y fraterna de abordar los temas fue un verdadero acierto«, afirmó. Además, destacó la riqueza espiritual de la jornada, con momentos de oración preparados por distintos padres, cada uno con su propio estilo, lo que permitió una vivencia más profunda de la espiritualidad.
«Pudimos en forma agradecida reflexionar sobre nuestra historia y también, en la dinámica del sínodo sobre la sinodalidad, tener nuestra reflexión a través de las Conversaciones en el Espíritu entre generaciones que nos ayuda a enriquecernos e ir descubriendo lo que Dios nos va pidiendo en los tiempos de hoy», dijo el P. Mariano Irureta.
Finalmente un factor que muchos padres valoraron fue el reencuentro con sus hermanos de comunidad. «Siempre es una alegría encontrarse con los demás padres, especialmente uno que quizás no está en Santiago y viaja menos. Valoro tener estas dos semanas de reencuentro», precisó el P. Sergio.
Formación Permanente
Uno de los ejes centrales de la Jornada de Verano 2025 fue la formación permanente de los sacerdotes, abordada desde una metodología innovadora que permitió a cada padre trabajar según su etapa de vida. A lo largo de los días, cada grupo estuvo guiado por un experto en un tema específico que respondiera a los desafíos propios de su década, explorando ámbitos como liderazgo, identidad sacerdotal y la capacidad de reinventarse en distintos momentos de la vida.
«Esta metodología fue una novedad en la jornada y tuvo una gran acogida. Permitía a cada sacerdote profundizar en aspectos que realmente resuenan con su realidad actual, haciendo el aprendizaje más significativo y aplicable», destacaron los organizadores.
Además, se trabajó en la profesionalización del quehacer sacerdotal a través de la revisión de estudios de postgrado y distintas funciones pastorales en diversos países. Con apoyo de una estrategia externa, se diseñó un instrumento de evaluación y se fomentó la cultura de la retroalimentación. «Los sacerdotes participaron activamente en este proceso, mejorando la propuesta de intervención y aportando con su experiencia y visiones personales».
En un clima de fraternidad, la jornada se desarrolló en un ambiente de trabajo colaborativo, donde cada sacerdote pudo reflexionar sobre su camino, compartir experiencias y fortalecer su vocación en comunidad. «Fue una jornada muy bien conducida, con una gran disposición al aprendizaje y un sentido profundo de pertenencia», concluyeron.
Algunas fotos de estas semanas de trabajo y reflexión:































