Con esperanza en la Resurrección: Pascua del Papa Francisco

Queridos hermanos de Alianza,

Con profundo recogimiento, pero también con esperanza serena y pascual, compartimos la noticia del fallecimiento de Su Santidad el Papa Francisco. Su partida nos llena de una comprensible tristeza, pero también de una honda gratitud por el regalo que su vida y su ministerio han significado para la Iglesia y para el mundo.

Hoy celebramos su Pascua, en comunión con la Pascua de Jesús. En esta hora de silencio y de fe, creemos firmemente que aquel a quien el Papa Francisco sirvió con amor y entrega durante toda su vida lo ha recibido ahora en la casa del Padre, rico en misericordia. Como él mismo nos enseñó tantas veces, la muerte no es el final, sino el paso hacia la plenitud de la vida en Dios.

Queremos invitar a toda la Familia de Schoenstatt, en cada rincón de nuestro país, a hacer memoria agradecida. A recordar con amor y admiración la palabra sencilla y profunda del Papa Francisco, sus gestos cargados de Evangelio, su cercanía entrañable, su carisma humilde y profético. Agradecemos especialmente su amor por los más pequeños, por “los descartados”, por aquellos que viven en las periferias existenciales, como solía decir con fuerza evangélica.

Francisco nos enseñó a mirar a los ojos a los pobres, a no olvidar nunca la ternura, a dejarnos tocar por el sufrimiento del mundo y responder con misericordia. Su papado fue un testimonio viviente de la opción preferencial por los últimos y de una Iglesia en salida, como nos pedía con insistencia.

Con gratitud especial hacemos memoria de la celebración de los 100 años de la Alianza de Amor. Aquel día él nos animó a “salir con María al encuentro de la vida” y dar un nuevo rostro a nuestro compromiso misionero. Hoy sentimos que él mismo ha salido al encuentro definitivo con el Dios de la vida.

En medio del dolor de su partida, queremos renovar nuestra fe en el Dios de la vida, que no abandona a sus hijos. Que esta Pascua de Francisco nos impulse a vivir con mayor fidelidad nuestro compromiso misionero, y a seguir construyendo una Iglesia más sinodal, más pobre y para los pobres, más mariana y más profética, como él soñó y como también soñamos en Schoenstatt.

Pedimos a nuestra Madre tres veces admirable que lo reciba en su corazón, que nos ayude a custodiar su legado con amor, fidelidad y audacia.

Con fe pascual,

Padres de Schoenstatt

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